ProLiga, como asociación de los clubes de fútbol masculinos de categoría nacional y ámbito no profesional inscrita en el Ministerio de Trabajo, lo que en la práctica abarca a todos los que, no siendo equipos dependientes de clubes profesionales, participan en 1ª RFEF, 2ª RFEF, 3ª RFEF, Preferente, División de Honor y Liga Nacional Juvenil, quiere manifestar su opinión, ante las consultas lanzadas por muchos de nuestros clubes asociados, en relación a los hechos acaecidos en la ceremonia de entrega de medallas del Mundial Femenino de Fútbol y la posterior celebración.

Nos gustaría destacar en primer lugar que es nuestra misión como asociación el velar porque el deporte se conciba como una oportunidad para trasmitir valores en la sociedad y fomentar comportamientos que contribuyan al crecimiento personal y profesional de los miles de chicas y chicos que conforman nuestras Escuelas, en un contexto de igualdad, diversidad y colaboración.

Está fuera de toda duda que se hace imprescindible el cumplimiento de lo estipulado en la nueva Ley del Deporte contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, así como lo especificado en  el Protocolo de Actuación frente a la Violencia Sexual de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).

Como es obvio, cualquier posible incumplimiento de lo incluido en lo anteriormente indicado ha de ser objeto de investigación por parte de la propia RFEF, Consejo Superior de Deportes y demás organismos competentes asumiendo quién corresponda, sin excepciones, las responsabilidades y consecuencias que se deriven.

El momento actual es muy especial para nuestro deporte, culminado con el espectacular éxito de nuestra Selección Femenina, pero también por la proyección nacional e internacional que la marca España traslada, a través de numerosos profesionales desarrollando su actividad alrededor del mundo.

Tenemos, todos los que componemos el fútbol, la responsabilidad de evitar que nada ni nadie, independientemente de su cargo o posición, ponga en riesgo esta imagen porque perjudicaría de forma muy notable a los objetivos e ilusiones de todo un país de liderar proyectos deportivos como puede ser la candidatura para organizar el Mundial de fútbol del año 2030 que tanto beneficio supondría, redundando como es obvio en el fútbol más modesto.